miércoles, 15 de enero de 2014

Elogio de la sombra



El de Junichirô Tanizaki es un ensayo clásico de estética que debe leerse para comprender mejor o al menos aproximarse algo al universo de sensualismo y sutilezas de las que en Occidente carecemos y que aún hoy forman parte de la idiosincrasia nipona.
Tanizaki expone con brillantez y agudeza los argumentos para su apología de la sombra, de la penumbra, de la luz si se quiere indirecta. La sombra y la captación de su misterio, el poder del contraste que evocan los claroscuros son examinados con verdadero amor y refinamiento, echando mano de una sinestesia que todo lo pervade, donde la sombra reina para deleitar los cinco sentidos, como el gran eje sensorial que dicta el placer de un buen plato servido en la semioscuridad, la opacidad de los materiales o el silencio de los rincones.

Establece a su vez una exposición contrastiva con la perspectiva occidental de la luz, pues en ésta es la luz la gran aliada de la belleza. Esto echa a perder la sutileza, la poética de la insinuación, incluso el erotismo, claro está. Razón no le falta.

El librito se nos presenta como un viaje entre penumbras por el interior del hogar japonés tradicional y su arquitectura, por los objetos cotidianos de la cocina, los trajes típicos del teatro nô y se acaba volcando hacia un ataque feroz contra la iluminación eléctrica, tóxica, grosera, porque destruye el hechizo, altera la armonía. Se impone estridente, vulgar.

Todo, obviamente, mediante una deliciosa atención al detalle y un análisis lúcido. Ellos, los antepasados de Tanizaki, veían más allá, leían entre las líneas de la luz y la oscuridad, parecían adoptar un albinismo existencial, alejados del brillo, protegidos del sol.

Tal vez nos falta detenermos a gozar del silencio, a todos nos falta, y también ser capaces de ampliar nuestra sensibilidad a aquello que nos rodea y sin embargo obviamos por la prisa, por el destello de lo inmediato, por el brillo. Pantallas más brillantes, de colores más estridentes nos esperan, nos lo han prometido, ventanas virtuales que nos teletransportan a la estupidez de las pseudorelaciones humanas en las bien llamadas redes sociales, porque redes son y peces somos, cautivos en ellas.

Un momento de sombra, por favor.

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