viernes, 17 de febrero de 2012

Elefantes en una cacharrería




Elephant (Gus Van Sant) es una película atípica de instituto americano y fauna autóctona. Pocas veces asistimos a un retrato fiel sobre chicos y chicas normales, seres humanos despojados de la caricatura y patrón abusados hasta la saciedad. Los que van a morir nos saludan sin conocer su destino ni nuestra presencia. Los verdugos tampoco, los muchachos inadaptados y deformados hasta su rol de cabrón resentido. Esos tampoco saben que sabemos lo de la carnicería planeada al detalle y lo de sus mimitos en la ducha. Seguimos a las victimas en su itinerario por los pasillos del centro escolar sin que se enteren de nada, por la espalda. Conocemos a la fea porque sí y porque se empeña en seguir siéndolo en su refugio de la biblioteca, empujando los carritos. Hasta nunca. Esta el guaperas con su novia, el chico normal introvertido sin pasarse y el inquieto que se come el mundo con su cámara hasta que se le indigesta poco antes o después que al guaperas, cuando los chicos enfadados que se aman en secreto les dan fin. Y hay otros como éstos, y los amamos porque les creemos. Chicos normales, gracias a Dios. Lástima que tuvieran que vivir todo eso.
Elephant es una lección de como se cuenta una historia, un momento de cine difícil de superar porque encuentra una formula documental insuperable sin resultar un bodrio. No solo no lo es sino que, muy al contrario, es emocionante. Y emocionar es mostrarnos a las personas como personas, nada más y nada menos. Hay que ser muy bueno para atreverse a hacer algo así y lograrlo, señor Van Sant. Gracias; y nuestro recuerdo para todas las vidas que han sido arrebatadas por cabrones frustrados a los que no les gustaban los lunes.

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