lunes, 25 de junio de 2012

Propósito del cerebro positrónico


Los textos que conforman este blog no persiguen en principio más que mi propia satisfacción. Nacen porque se han hecho necesarios y no pretenden complacer al lector de paso.
Llegó un momento en el cual mi vida pedía una pausa y un orden. La conciencia del paso del tiempo y el vértigo de lo vivido y lo perdido, de lo por vivir, hizo plantearme que la lectura, el cine los videojuegos y otras experiencias merecían un armario de más fondo que la propia memoria. Debían perdurar para permitirme regresar. En consecuencia, me impuse escribir sobre lo leído, lo visto, lo jugado. Quién tuviera el cerebro positrónico de los robots de Asimov, aquéllos sí eran armarios infinitos. Así me hubiera ahorrado todo esto.
Resulta tan paradójico y cruel como el lento curso de una lectura pervivía de una manera tan fugaz. Ya basta, me dije. Y resuelto a aliviar esa pérdida decidí hacer mas perdurables mediante la escritura las ideas y sensaciones que se gestaban frente a los libros o en la sala de cine.
No pretendo, Dios me libre, recomendar, aleccionar ni mucho menos sentar cátedra. No voy en pos de un estilo brillante u original ni de la ortodoxia. No soy brillante, ni original ni académico. No voy de maestro ni de ratón de biblioteca, ni de humilde ni de nada en particular. Recuerdo, escojo, expreso, y eso me es útil.
De lo que no puedo escapar es de que la recomendación de determinadas obras va inevitablemente implícita, la de ésas que recorrí con entusiasmo, el mismo que, digo yo, bajo manga podría contagiarse. Si eso fuera así, si alguien se contagiara de gravedad, esa satisfacción que mencionaba al abrir estas líneas sería doble.

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