Los textos que conforman
este blog no persiguen en principio más que mi propia satisfacción.
Nacen porque se han hecho necesarios y no pretenden complacer al
lector de paso.
Llegó un momento en el
cual mi vida pedía una pausa y un orden. La conciencia del paso del
tiempo y el vértigo de lo vivido y lo perdido, de lo por vivir, hizo
plantearme que la lectura, el cine los videojuegos y otras
experiencias merecían un armario de más fondo que la propia
memoria. Debían perdurar para permitirme regresar. En
consecuencia, me impuse escribir sobre lo leído, lo visto, lo
jugado. Quién tuviera el cerebro positrónico de los robots de
Asimov, aquéllos sí eran armarios infinitos. Así me hubiera
ahorrado todo esto.
Resulta tan paradójico y
cruel como el lento curso de una lectura pervivía de una manera tan
fugaz. Ya basta, me dije. Y resuelto a aliviar esa pérdida decidí
hacer mas perdurables mediante la escritura las ideas y sensaciones que se gestaban frente a los libros o en la sala de cine.
No pretendo, Dios me
libre, recomendar, aleccionar ni mucho menos sentar cátedra. No voy
en pos de un estilo brillante u original ni de la ortodoxia. No soy
brillante, ni original ni académico. No voy de maestro ni de ratón
de biblioteca, ni de humilde ni de nada en particular. Recuerdo,
escojo, expreso, y eso me es útil.
De lo que no puedo escapar es de que la
recomendación de determinadas obras va inevitablemente implícita,
la de ésas que recorrí con entusiasmo, el mismo que, digo yo,
bajo manga podría contagiarse. Si eso fuera así, si alguien se contagiara
de gravedad, esa satisfacción que mencionaba al abrir estas líneas
sería doble.
0 comentarios:
Publicar un comentario