miércoles, 13 de marzo de 2013

Sobre Dioses, Tumbas y Sabios


El ensayo de Ceram (1949) nos traslada a esa infancia anterior a internet, donde todo nos lo contaban en la tele o los libros pero que, en todo caso, no encontrábamos con un clic del entonces nonato ratón, cuando la wikipedia era una ristra de volúmenes que llamábamos enciclopedia.
 Entonces todavía existía la emoción del descubrimiento, había niños que querían ser arqueólogos, zoólogos o paleontólogos; por el misterio, por la falta de medios tecnológicos que hacía de los investigadores de antaño aventureros y en muchos casos héroes, hombres más libres incluso sin la tiranía de los gadgets electrónicos de hoy. Hombres de carne y hueso, sin las prótesis de Apple adheridas a su cuerpo. Individuos que sudaban  y perseguían ideales, que se abrían paso con machete, pico y pala. Aquellos arqueólogos y aquellos niños que soñaban con ser Indiana Jones en mis años mozos. Ése es el mundo que Dioses, tumbas y sabios nos devuelve.
Es un baño de nostalgia y una punzada honda la que puedes sufrir, lector, al recorrer las historias de los pioneros que desenterraban tumbas y profanaban cámaras del tesoro. Maldiciones, oro a los pies de los sarcófagos, sabiduría en bibliotecas sepultadas por una arena más implacable que el olvido o el fanatismo religioso, todo esto en las páginas de una obra preciosa, ya que debemos atesorarla, protegerla de este mundo y no perder de vista lo que fuimos, y lo que fueron los niños lectores victorianos que leyeron La isla del tesoro, los niños que hacían uso de la imaginación, esa cosa de antes.
Ceram realiza un homenaje entrañable a los héroes que tenían un sueño y lo cumplieron, sin radares, submarinos a control remoto ni computadoras; los arqueólogos que hicieron posible para el hombre moderno la resurrección de Pompeya, Troya , el Valle de los Reyes o Tikal, los últimos románticos.

0 comentarios:

Publicar un comentario